La Dulzura

A veces, en momentos inoportunos, se me viene su olor desde la memoria límbica y siento una pequeña chispa de dopamina. Mi sistema límbico se enciende de felicidad cada vez que ella atraviesa mi campo olfativo. Unos segundos mientras pasa orbitando y el olor flota por el pasillo; unos olfateos y empiezo a caminar, sigo el rastro como los niños que seguían al Flautista de Hamelín. Hipnotizado.

Un día hermoso de gran calibre soltó la bomba: dijo que le gustaba el té. Claro, estamos en una posición donde ella brinda más información que yo. Así tengo ventaja, se podría decir. Aunque ella se ve como alguien muy intuitiva y yo no soy tan difícil de descifrar que digamos. Pero desde ese día mi mente empezó a maquinar escenarios. Escenarios donde yo le regalaba unas bolsitas de té.

Verán, a mí me gusta el té. Disfruto el té, aunque soy un tanto neófito.  Aunque no sé muchas cosas sobre él. Pero tengo una cantidad variada de sabores. Un día decidí preparar la bolsa. Contenía siete bolsas. Las ordené en el orden del que menos me gusta al que más me gusta. Quedo así: Ginger Peach Black Tea, Superfruit Green Tea, Earl Grey Black, Bedtime Herbal Tea, Chai Black Tea, Peppermint Herbal Tea y uno que no tengo donde ver el nombre porque ya se me acabó y era deuna marca diferente a la de los otros :(, pero era de miel con otra cosa que no recuerdo cómo se escribe, el envoltorio era rojo con negro y la caja era muy colorida, algo psicodélica. En fin. La bolsa permaneció en mi mochila durante varios días. La cantidad de escenarios aumentaba y algunos de los  antiguos sufrían variaciones.

Era lunes. Ella había llegado enferma. Se veía un poco enferma, pero siempre guapa. Además era como si la gripe y la leve tos le dieran un aura de ternura. Dulce. Contó al grupo que el día anterior había ido al concierto de Iron Maiden y había quedado afónica. También se había mojado.  Sintió el olor de la marihuana por primera vez. Lo había disfrutado. No tenía planeado ir. Y otras cosas.

A la hora del desayuno salí del edificio y me dirigí a comprar pupusas porque tenía el deseo de comer pupusas. Vi que ella iba caminando adelante. Yo había llevado mi termo y andaba té. Iba en jeans, tenis (creo que color negro), camiseta y un suéter negro un poco grande. Ella también iba a comprar pupusas. Pensé que era una buena oportunidad para hablar con ella. Los dos. Solos.

La alcancé cuando estaba frente a la señora de las pupusas, al llegar la saludé, luego la charla semitrivial de qué tal y eso, bien y ajá. La señora le preguntó cuántas pupusas quería y dijo que tres de F/Q, me preguntó cuantas quería yo, le dije que cuatro de F/Q y las pidió. Le dije que ella había dicho que le gustaba el té y me dijo que sí, y me contó que ahora se le había olvidado pero que le hubiera ayudado con la garganta. También que estos días había estado tomando té. Le dije que a mí también me gustaba, y le dije que le podría regalar uno de menta que es muy bueno, y otros sabores, me preguntó donde los había comprado y le dije que en el Price Mart, pero que mi madre los había comprado. Me dijo que a ella no le quedaba tiempo para ir a comprar. Hablamos de si era con miel el que yo andaba, porque me preguntó por el termo, le dije que no, y le dije que una vez había pedido miel en la cafetería pero solo tenían de Maple y hablamos de que eso le da otro sabor, que queda raro, una dulzura diferente, y dijo que sí, que es más como un sirope o jalea (o algo así), pero que a veces suelen tener miel pura. Le dije era de andar un botecito de miel, como de osito y se puso a reír, dijo que en su casa tenían uno así y le dije que yo también. Mientras seguíamos esperando me habló de que no había planeado ir al concierto, que consiguió la entrada el sábado por la tarde, y que ese día había ido a un concierto (o festival) de jazz que hubo en en Salvador del Mundo y que desde que despertó el domingo se sintió un poco mal, pero que igual iba a ir al concierto. Nos dieron las pupusas.

Caminamos hacia la cafetería. Cada uno con su bolsita negra con pupusas. El grupo estaba en la sección de la derecha de la cafetería, me preguntó dónde nos sentamos y le dije y señalé unas mesas de la sección de la izquierda porque eran las únicas libres y no quería que fuésemos donde estaba el grupo. No podía desaprovechar la oportunidad. Al llegar le pregunté si estaba bien y me dijo que sí, que le importaba que la silla fuera verde, eran verdes y grises. Las bajamos de la mesa, porque las sillas estaban arriba. Ella se sentó en una verde y yo en una gris. Fate, fate, fate. Quedamos en ángulo recto. Empezamos a comer y seguimos hablando, me preguntó si me gustaba Iron Maiden, le dije que no, que había escuchado algunas, que me gusta The Number of The Beast porque salió en Guitar Hero y dijo que era cierto, que ahí salía,al preguntarle sobre sus favoritas que tocaron me dijo que The Trooper y If Eternity Should Fail (que luego escuché y me gustó la segunda), me dijo que con sus amigos ya tenían el orden de las canciones, el setlist le dije y se puso a reír, su hermosa risa estaba muy cerca de mí ¡y yo la estaba provocando! Esos momentos que son hermosos en la vida. Entonces cuando tocaron sus favoritas ella ya se había preparado, debido a que andaba un poco enferma dijo que solo había cantado unas pocas. Pero le reflejé que había valido la pena, se había divertido, se reunió con amigos que no veía desde hace tiempo. Hablamos de otras cosas, como el como a una edad ya no le pides permiso a tus padres sino que solo les avisas, los tipos que fumaron marihuana cerca de ella y sus amigos y como se movieron por eso pero quedaron en un mejor lugar. Hasta que era hora de regresar. Los demás del grupo iban caminando por lo mismo (uno de los del grupo que a veces es callado y a veces se aisla -últimamente menos- estaba en una mesa del lado izquierdo donde nos podía ver, pero no le puse atención en el rato que estaba con ella, ni a los demás del grupo, aunque los tenía de espalda. Me concentré en ella. En su palidez. En su pelo semicorto. En su risa. Sus uñas negras. La forma en que come pupusas. Su olor. La dulzura de su perfume que me intriga saber cuál es. Pero me cautiva el misterio. Nos pusimos de pie, caminamos, le abrí la puerta de la cafetería y nos fuimos a los casilleros.

Nos separamos porque cada uno tenía sus cosas en diferentes filas de casilleros. Fui a guardar mis cosas y saqué las bolsitas de té que estaban en una bolsa trasparente como las de charamusca. Estaba feliz, el momento que había esperado estaba por llegar. Caminé y vi que ella iba saliendo, la llamé con una abreviación de su nombre y se regresó. Le dije que aquí estaba el té, le entregué la bolsa y me dijo que eran muchos, que no los podía aceptar por eso (mientras se quedaba quieta y sonreía, tiernamente, con los tés entre sus manos macilentas -y un vigilante nos veía de reojo-), le dije que no se preocupara que tenía bastantes. Me dijo que estaba bien, me agradeció, le sonreí. Nuestras miradas y sonrisas estaban frente a frente. Me dijo que los iba a ir a guardar entonces. Le dije que nos veíamos arriba y nos despedimos. Empecé a caminar entre nubes de plenitud mientras cantaba «Tú John, Mi Yoko»de Alfonso el Pintor.

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